Vivir en la sociedad del estrés

Persona estresada con muchas tareas

El estrés es una reacción de nuestro organismo ante una situación agobiante. Los latidos se aceleran, los músculos se tensan, aumenta la presión arterial, empezamos a sudar y sentimos miedo, confusión, ira.


Los cambios ambientales son el origen del estrés. Aparece cuando las demandas que nos exige aquello que nos rodea superan nuestra capacidad de adaptarnos.


Las causas que provocan el estrés pueden derivarse de situaciones negativas (peligro o dolor), aunque existen otras que también lo producen, y que no tienen por qué ser negativas. Es el caso de los cambios vitales, tanto para mejor (casarse o tener un hijo) como para peor ( pérdida de trabajo o un divorcio).

¿Qué nos estresa?

Los agentes estresantes pertenecen a distintos ámbitos (personal, social, familiar y laboral), pudiéndose manifestar en varios de ellos al mismo tiempo.

La crisis económica, por ejemplo, está provocando verdaderas preocupaciones entre los españoles. El miedo a no disponer de suficiente dinero o a perder el trabajo y quedarse en paro son algunos ejemplos de agentes estresantes relacionados con el contexto laboral. Además, en el propio mundo profesional existen algunos factores que pueden influir en la salud y el bienestar de las personas. La competitividad, el perfeccionismo, la inseguridad y otros factores intrínsecamente relacionados con el desarrollo de la carrera profesional propician situaciones de estrés. En algunos trabajos lo que se exige de las personas puede acabar afectándolas; también las relaciones con los jefes o compañeros.

La forma de vida en la ciudad, por otra parte, es un factor de tensión continuo para las personas: el tráfico, las prisas, el ruido y la contaminación propician las situaciones de estrés. La zona de residencia también afecta, sobre todo si ésta es muy ruidosa o se trata de un área o barrio conflictivo.

El ambiente familiar es, finalmente, un agente desencadenante: problemas con la pareja, hijos problemáticos, un familiar enfermo, etc.

La relación entre el estrés y ansiedad

Existen multitud de agentes estresantes. La ansiedad es la angustia que suele acompañar al estrés, es decir, una reacción emocional desencadenada por alguna de las demandas ambientales antes citadas, aunque también puede parecer sin causa aparente.

Es frecuente referirse a la ansiedad como normal, generalizada, inducida por fármacos o enfermedades. También es frecuente referirse a ella cuando la persona manifiesta ataques de pánico.

Ansiedad normal: sentimiento de desasosiego que siente una persona ante una situación, como hablar en público.

Ansiedad generalizada: consiste en una preocupación y una angustia excesiva, casi diaria, con una duración mayor o igual a seis meses, motivada por una variedad de actividades o acontecimientos.

Ansiedad inducida por fármacos o enfermedades: puede aparecer como resultado de un trastorno de la salud (neurológico, cardiovascular, endocrino o respiratorio) o del uso de fármacos o drogas como el alcohol, los estimulantes, la cafeína o la cocaína.

Ataques de pánico: las personas que los padecen presentan, como mínimo, cuatro de los síntomas siguientes: dificultad para respirar; vértigos, inestabilidad o desmayo; palpitaciones; sudoración; náuseas o dolor de estómago; sensación de irrealidad, extrañeza o separación del entorno; adormecimiento y hormigueos; escalofríos; dolor de pecho; miedo a morir; miedo a volverse loco o a perder el control.

Riesgos del estrés

Una cierta dosis de estrés es beneficiosa, ya que estimula el organismo y mejora su actividad. Sin embargo, si permanece durante mucho tiempo, se cronifica, y puede producir enfermedades del corazón, como los ataques cardíacos.

El paciente con estrés crónico también puede sufrir migrañas, dolores de espalda y úlceras. El estrés tiene capacidad de acortar la vida de las células y hacer que las personas envejezcan.

A nivel personal, puede provocar alteraciones en la alimentación, pudiendo aumentar el consumo de alcohol, tabaco o fármacos para paliar los síntomas.

Las consecuencias del estrés se manifiestan también a nivel familiar, alterando las relaciones con otros parientes o con los propios hijos. A nivel social, el individuo se aleja de sus amigos o compañeros, aislándose en su mundo. La afectación se manifiesta, finalmente, a nivel laboral; es frecuente ver cómo las bajas se prolongan más de lo necesario, y cómo se deterioran las relaciones con jefes y compañeros.

Tratamiento médico

El tratamiento farmacológico del estrés requiere un diagnóstico adecuado por parte de un médico especialista, ya que la mayoría de los medicamentos que se utilizan son de dispensación con receta, y deben tomarse con precaución. Los medicamentos más utilizados en el tratamiento del estrés son los ansiolíticos y tranquilizantes. Estos medicamentos relajan los músculos, reducen la tensión, mejoran el insomnio y proporcionan un alivio temporal.

En caso de existir depresión, el especialista puede aconsejar la toma de antidepresivos. Este tipo medicamentos actúan sobre el sistema nervioso central, no debiendo ser tomados conjuntamente con alcohol.

El farmacéutico debe recordar al paciente que este tipo de medicamentos pueden producir somnolencia, o afectar a los reflejos y a la capacidad de reacción, por que deben extremarse las precauciones a la hora de conducir o manejar maquinaria peligrosa. También es importante que el paciente no deje el tratamiento antes de tiempo, y que el abandono de la medicación se realice de forma paulatina. Antes de tomar otros medicamentos, aunque sean de dispensación sin receta, se debe consultar al médico o al farmacéutico para evitar posibles interacciones.

Tratamiento psicológico

El tratamiento del estrés puede tratarse también desde el punto de vista psicológico, en sus aspectos corporal, cognitivo y de modificación del comportamiento. Igual que en el caso del tratamiento médico, el psicólogo o psiquiatra es la única persona capacitada para aconsejar el tratamiento que mejor se adecúe a las necesidades del paciente.

Consejo farmacéutico

Desde una perspectiva general, el tratamiento farmacológico debe ir acompañado de una Serie de medidas higiénico- dietéticas y de una serie de consejos para mejorar los hábitos de vida:

Dormir entre siete y ocho horas al día

Llevar una dieta equilibrada, evitando el consumo de cafeína y/o alcohol. Evitar también las comidas copiosas.

Realizar ejercicio físico con regularidad; la actividad mejora el bienestar personal, tanto a nivel físico como a nivel psicológico. Pueden realizarse ejercicios sencillos de relajación.

Cuando una persona acude a la oficina de farmacia quejándose de ansiedad, insomnio o nerviosismo, el profesional puede aconsejar un medicamento de dispensación sin receta que contenga pasiflora, valeriana, amapola, amapola de california, melisa o espino albar, durante un tiempo prudencial, y realizar un seguimiento. Ante la menor sospecha de existencia de una patología, el farmacéutico siempre debe aconsejar la visita al médico.

 

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